ONÍRICAS REALIDADES

El tiempo siempre da el lugar correcto

jueves, 15 de abril de 2010

Recuerdos

Ya no recuerdo cuando fue la última vez que te vi, pero si tengo presente la primera, estabas perdida creo, distraída y molesta por algo.

Era tarde aquella vez, estabas sentada en la banqueta de la calle junto a una vieja bicicleta roja con una canastita al frente. ¿Te encuentras bien? - te pregunté, y ni siquiera te dignaste a verme. Fue entonces cuando vi como una lágrima salía de tus ojos y caía al sucio pavimento.

¿Puedo ayudarte en algo? - Pregunté de nuevo, asomaste la cabeza hacia arriba para ver de dónde provenía la voz, pero tu pelo eternamente lacio cayó sobre tus ojos y no me respondiste.

Me dirigí a casa consternada, no te recordaba como hija de algún vecino, o alguna chiquilla callejera, de hecho, cuando pregunté nadie te había visto siquiera.

Al día siguiente estabas ahí, sentada con tu pelo castaño y con esa bici roja recargada en el borde de la banqueta, exactamente igual que el día anterior, sollozando por quién-sabe-que-cosa.

¡Niña, es tarde, hace frio váyase a su casa! Nada, nada, ¿será sorda o autista? –pensé.

Pasaron meses, y tú seguías ahí sentada como si nunca te movieras de esa esquina, como si el agua no se acabara en tu cuerpo y pudieras llorar eternamente.

Hasta esa noche que dejé de verte, ahora lo recuerdo… Estaba acostumbrada a observarte, pero ésta vez algo me detuvo a tus espaldas, estabas agachada, dejé mi portafolio recargado junto a tu bicicleta y me senté a tu lado.

Tu cabello lacio y bien cuidado olía a manzanilla, tus manos estaban sobándose la una a la otra como de nervios, entonces volteaste a mirarme con esos ojos rojos e hinchados como si hubieses llorado toda una vida…

Y vaya que lo habías hecho, porque en ese momento me di cuenta que eras yo.

Te desvaneciste y me quedé sentada en esa banqueta con mi portafolio recargado a lado mío, fue cuando me percaté de que durante toda mi vida tuve lástima de mí, y no me atrevía a aceptarlo.